Sobre fuegos en el camino


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Nació el lucero del alba,
portador de rebelión.
desolada la tierra que habita;
y nunca le vi de rodillas,
sino muriendo en la vorágine
de luchar sin armadura.


Una vez
amé esos ojos miel,
agrestes
como hogueras encendidas,
lunas llenas,
y odié verlos de lejos
inalcanzables.

En el camino lo decidí:
¡Seré un demonio!
Desolada la tierra
y ya no la habito,
pues yo la poseo.

También en su momento
canté versos al mundo.
Él escucho y me dijo:
¡Calla!
¡No serás más lucero!
Abraza la oscuridad,
las raíces,
la idiotez circundante.
Y abrazando árboles
comprendí por fin
que nací alumno, no maestro.

Ya no todo lleva su nombre,
ahora mutó,
solo fue una escala,
la más hermosa,
la más salvaje,
la vi entre añil y aguamarina,
efímera. Un sueño.

El final del camino
lo recorrerá este fuego,
apagado,
sólo,
sentado en la orilla,
puede que roto,
pero nunca más pequeño.

Esperaré frente al mar,
sobre la arena,
y sé que las olas
traerán de vuelta
lo que siempre fue mío.
Quizás vea la rebelión
venir contigo de la mano.

José Quirós
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