Sobre la flecha más profunda
Que recapitulando no hallo
esa curva de la vereda
en que me alcanzaste
y te clavaste en mi alma.
De perdones me encontraste
hambriento y enfermo,
buscando baches en el camino,
preguntándome a diario:
¿Huele un perro el amor?
¿Cuándo me diste color?
después de tanto tiempo
lucías como una ilusión,
como arte impresionista
difuminado por el olvido;
si me esforzaba
recordaba tu silueta pequeña
columpiándote a mi lado.
Ese día te vi niña y loca,
andando el mundo a brinquitos,
pequeña, pero enorme por dentro,
con lo mejor de la luz y la sombra,
de quien se sabe capaz
de alimentar la fuente del mundo
con sus propias manos.
He buscado la aguja
que marcó el inicio
de este maldito periplo,
y sigo aún sin encontrar
ese agujero enorme
por donde entraste en mi pecho
e impregnaste de tu luz
mi alma oscura.
Y por favor no me culpes,
me enamoré de tu alma,
y espero encontrarla de nuevo
algún día quizás,
en otro tiempo y espacio.
Juraste seguir huyendo,
y yo juro detener mi asedio.
Ningún alma rota,
menos aún un alma libre,
sanará bajo persecución.
José Quirós