Mis manos
de libros de cuento y acuarelas,
de chocolates derretidos y chicles pegoteados,
Saben de cartas de amor, de fotos viejas,
de mantas tejidas y flores frescas. Saben
del frío y del fuego; de lágrimas sin pañuelo,
de rímeles corridos, de caricias y de olvidos.
Mis manos saben de aceites,
panes y frutos (y de la ausencia de los mismos).
Saben del jazmín la fragancia. Y del peso de una tumba.
Saben de lija y seda; de piedad e indiferencia.
Ellas saben,
y aún siguen aprendiendo.
Algún día reposarán...
No habrá más cansancio;
ni tampoco sueños.