"Él me queria... Me quería de una forma rara de esas que hacen daño. Pero que a pesar de todo es adictiva...Teníamos formas diferentes de querer. Él me daba lo que le sobraba... Y yo... Yo le daba lo único que tenía".
Los mejores poemas de Amor y desamor Son las que nacen del sentimiento, desnudan la verdad, alegran los días y en ocasiones provocan lágrimas cuando se utilizan para despedirse. Se convierten en oraciones y cantos para disfrazar la tristeza, la soledad las trasforma en silencio, los niños en gritos reflejando su felicidad. A veces, se quedan guardadas para ocultar el pecado que daña el pasado, se convierten en arrepentimiento al despertar mirando un rostro ajeno. Son las palabras que deberían salir siempre con la verdad, las que tengo como nudo en la garganta al verte, las que necesito para decir… ¡Te amo! Gustavo Huerta G. H.
Así llegas a mi, llena de tanto... de vida, de risas de tristezas, libre de espantos. Vienes por mi, vienes por tanto... sientes la brisa nuestra prisa, de seguir luchando. Así te veo venir, el puño en alto... llegas repentina me conquistas, oigo tu canto. Llegas tú, pletórica de ir soñando... de amor, de justicia no idealizas, sigo tus pasos. Alexander Galván López
Las mejores frases y poemas de Amor y desamor Unas miradas que se cruzan en medio de tanta gente me pregunto si en la jungla existe tanto demente. Dos almas que se juntan para evitar la muerte un intento, se preguntan, de cambiar la mala suerte. Pocas veces se agrupan amores clandestinamente si es que no los asusta pueden vivir libremente. Unas miradas que se cruzan en el juego de la mente empiezan taciturnas y terminan contracorriente. Alexander Galván López
Las mejores frases y poemas de Amor y desamor La palabra se engaña en el papel como el oasis en los espejismos y en vez de los relámpagos del libre nos encomienda una canción cautiva puede ser asimismo un artificio talismán aportado por las lenguas o el alerta con un hilo de voz como punto de fuga o de clausura la palabra interrumpe / no vegeta convierte la memoria en un tatuaje sobrevuela el espacio como un buitre y se mete en plegarias y blasfemias como cierre virtual de los silencios lazarillo de la naturaleza salvoconducto del malentendido es un cruce de síes y de noes si se astilla o se quiebra la palabra nadie es capaz de reparar sus sílabas / con la palabra nos quedamos mudos porque todo nos queda por decir. Mario Benedetti
La frase de la imagen es ilustrativa NO pertenece a Mario Benedetti Es probable que venga de muy lejos no sé quién es ni a dónde se dirige es sólo una mujer que se muere de amor se le nota en sus pétalos de luna en su paciencia de algodón / en sus labios sin besos u otras cicatrices / en los ojos de oliva y penitencia esta mujer que se muere de amor y llora protegida por la lluvia sabe que no es amada ni en los sueños / lleva en las manos sus caricias vírgenes que no encontraron piel donde posarse / y / como huye del tiempo / su lujuria se derrama en un cuenco de cenizas. Mario Benedetti
Cuando acabe el día correré a tus brazos disfrutaré la vida olvidaré rechazos. Si es propicio el día espérame en cama buscaré la dicha de una tensa calma. Más, si no llega el día regálame un te amo así también se olvidan jornadas tristes, por encanto. Cuando acabe el día no olvides, en mis manos tuve yo la dicha de habernos liberado. Alexander Galván López
La frase de la imagen es ilustrativa NO pertenece a Mario Benedetti Durante varios años, Verónica me había escrito una carta mensual. No diré que yo las olvidara, pero tal vez se hubieran quedado escondidas en el tedio del pasado de no sobrevenir la obligación de mi mudanza. Estuve tres días vaciando roperos y armarios y de uno de éstos se desprendió una maleta que no tenía candado y en consecuencia se abrió al tocar el suelo. Y allí estaba el atado con las cartas que Verónica mandaba regularmente a mi casilla de correo. Quizá yo estaba cansado con tanta calistenia de traslado, pero al mismo tiempo me picó la curiosidad y me vinieron ganas de releer aquellas cartas de ayer y de anteayer. Aquí transcribo algunas: Hola Martín: Aquí estoy en la terraza, sola, frente a la costa. No hay viento, el mar está quieto. Una confesión: la soledad ha dejado de herirme. Mejor aún: me permite revisar, casi diría descifrar, mi pasado sin gracia. En un platillo de la balanza